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Ali Sullivan

Los interruptores de violencia desactivan escenas tensas antes de que las balas vuelen

PORTSMOUTH, Virginia— Darrell Redmond recibe muchas llamadas telefónicas. Un miércoles por la mañana se despertó con seis o siete mensajes de voz, todas de personas que buscaban su orientación.

"'Esto está pasando, ¿puedes venir a hablar conmigo? Mi hijo está lidiando con esto, mi hijo [está] lidiando con aquello", dijo el hombre de 43 años.

Conseguir que la gente reciba la ayuda que necesita —y mantener a los jóvenes en el buen camino— es el trabajo de Redmond las 24 horas del día.

Junto con Reggie Gatling, de 39 años, y Lamont Madison, de 46, Redmond es uno de los "mensajeros fiables" de Portsmouth, personas que se han ganado el respeto en las calles porque saben lo que es tomar el camino equivocado.

Ahora, con más de dos décadas de servicio respaldándolos, el grupo está decidido a mantener la paz en una ciudad —como otras en Hampton Roads— que lucha contra la violencia armada.

Entre el 1 de enero y el 31 de marzo hubo nueve muertos y 58 tiroteos en Portsmouth. En el mismo periodo del año pasado, ocho personas murieron y hubo 48 tiroteos, según el Departamento de Policía de Portsmouth. Los datos de disparos proporcionados por la policía cuentan los incidentes denunciados, no el número de víctimas. También incluye los tiroteos mortales y no mortales.

Un plan integral de la ciudad —presentado el año pasado cuando la preocupación de los habitantes por la violencia alcanzó su punto álgido— tiene como objetivo frenar la delincuencia al mismo tiempo que ataca sus causas de raíz. Los mensajeros fiables son una parte de la estrategia multifacética.

El plan de prevención y reducción de la delincuencia señala numerosas medidas que la ciudad puede adoptar para enfrentar los problemas, incluida la incorporación de nuevos programas dirigidos a los jóvenes de la ciudad y los aumentos salariales de los agentes de policía para ayudar a atraer y retener al personal.

Gatling, Madison y Redmond no pretenden resolver la delincuencia. Su trabajo consiste en usar sus profundos lazos con la comunidad para llevar a cabo una labor de divulgación en los barrios más afectados por la delincuencia y reducir las disputas antes de que se convierta en algo mortal.

La fiabilidad que han cultivado desde que salieron de la cárcel llega "muy lejos", dijo Gatling. "Eso hace que sea algo fácil de desescalar una situación en comparación con la persona promedio".

La idea es directa: que, "si tienes a los jugadores adecuados en la habitación, el problema no va a suceder", dijo Redmond.

La ambición golpeó a Redmond en junio de 2019, cuando salió de prisión después de 25 años y regresó a los departamentos London Oaks, en donde creció.

"Volver a casa y ver cómo estaba la ciudad... fue algo de lo que empecé a hablar con la gente, porque, como sabemos, las experiencias vividas pueden ser un elemento disuasorio del crimen y la violencia", dijo Redmond, quien estudió modelos de mensajería fiables mientras estaba en prisión.

A los pocos días de su liberación, Redmond lanzó Give Back 2 Da Block.

La organización tiene como objetivo "proporcionarle a los jóvenes una visión", dijo Redmond. Hay tutorías extraescolares, reparto de pavos para Acción de Gracias, juguetes para Navidad, organización de debates abiertos y mucho más. Pronto, pretende llevar a docenas de jóvenes de Portsmouth a una conferencia para que escuchen a personas que han estado en prisión y que le han dado un giro a sus vidas.

El año pasado, los esfuerzos de Redmond obtuvieron el respaldo del Programa de Intervención contra la Violencia Armada, una subvención administrada por el departamento estatal de servicios de justicia penal. Portsmouth consiguió una subvención de unos 500,000 dólares para apoyar los esfuerzos de la ciudad para reducir la violencia con armas de fuego. Los líderes de la ciudad dijeron que el dinero se usará para apoyar los interruptores de la violencia y otros programas de prevención de la violencia basados en la comunidad. La subvención se concedió en junio de 2021 y el dinero se extenderá hasta junio de 2023.

Como concepto, los interruptores de la violencia han existido durante décadas. El epidemiólogo Gary Slutkin lanzó el modelo más conocido, llamado Cure Violence, en el año 2000 en el vecindario de West Garfield en Chicago.

Cure Violence aborda la violencia como un problema de salud pública. Considera que la violencia es contagiosa, que infecta a las comunidades. Sus defensores afirman que los mensajeros fiables pueden detener la transmisión.

Jeffrey Butts, investigador de John Jay College of Criminal Justice, lo compara con la campaña que duró décadas —y fue finalmente exitosa— para acabar con el tabaquismo.

"¿Puede usarse esa estrategia para reducir la incidencia de la violencia armada? Y esa es la gran pregunta", dijo Butts.

El modelo es "prometedor", dijo Butts, quien ha estudiado los interruptores de la violencia. Pero puede ser difícil cuantificar los conflictos que no se producen.

Aun así, incluso un puñado de conflictos desactivados por los interruptores puede evitar las repercusiones de los homicidios, como familias rotas, pérdida de empleos, encarcelamiento, disparos de represalia o niños huérfanos, dijo Butts.

Los principios de los mensajeros fiables han existido en las comunidades afroamericanas mucho antes de que se les promocionara, dijo Talib Hudson, director de innovación en investigación de la Red Nacional para Comunidades Seguras (NNSC) en John Jay. Desde pastores influyentes en los vecindarios hasta personas que regresan de la cárcel con la esperanza de compartir las lecciones aprendidas, "Ha existido este tipo de trabajo en la comunidad durante generaciones", dijo.

Sin embargo, lo que Hudson ha observado recientemente es una formalización de ese rol. En Virginia, en el último año han surgido en Charlottesville, Richmond y Hampton iteraciones de mensajeros fiables respaldados por fondos públicos.

A diferencia de vigilancia policial, el enfoque comunitario de la prevención de la violencia puede promover la recuperación en los vecindarios que se enfrentan a traumas agravados no solo por la violencia de las armas, dijo Hudson.

"Estamos hablando de racismo sistémico, estamos hablando de segregación socioeconómica", dijo Hudson.

La prevención de la violencia en el ámbito comunitario "no se trata solo de cómo conseguir que alguien deje un arma, sino de cómo ayudar a esa persona a curarse para que no quiera el arma, para que no la necesite", dijo Hudson.

Para Gatling, Madison y Redmond, el trabajo abarca el de organizador comunitario y mediador. Y no hay un día normal.

Parte del trabajo está orientado a cambiar las normas sociales en torno a la violencia. Conectan a los adolescentes con empleos, distribuyen alimentos a quienes viven sin techo, escuchan a quienes lloran la pérdida de sus seres queridos. La lista continúa.

"No hay ningún trabajo que no hagamos", dijo Redmond.

También interceden en los posibles tiroteos antes de que las balas vuelen.

A menudo, la situación comienza con una llamada a Redmond. Él reparte tarjetas de negocio con su número personal. La gente le llama por teléfono "quejándose", dijo.

Gatling, Madison y Redmond se acercan lentamente, analizando el quién es quién del conflicto mientras se acercan. Eso tiene que ocurrir en cuestión de segundos. Se preguntan: ¿conocemos a estas personas? ¿Necesitamos llamar a otros? ¿Están armados?

"Si los conocemos, es más fácil", dijo Redmond. "Cuando nos ven, actúan como si no pasara nada, porque conocen la parte de responsabilidad con nosotros".

Pero, si son llamados a mediar entre personas que no conocen, "tenemos que tomar más precauciones por la situación", dijo Redmond.

A veces, eso significa llamar a otras personas que conocen a los implicados en la disputa. Otras veces, el grupo tiene que calmar la situación por sí mismo.

"'Amigo, ¿qué haces? De verdad, ¿quieres tirar tu vida por la borda?", dijo Redmond.

A menudo, los jóvenes con los que hablan no quieren apretar el gatillo. Tienen miedo, dijo Redmond, y ven un arma como un elemento de disuasión contra la gente que va tras ellos. Además, añadió, los chicos no saben usar las armas.

Es entonces cuando los mensajeros fiables pueden desescalar y desviar la atención. A corto plazo, puede significar conseguir que bajen el arma. A largo plazo, los mensajeros fiables ayudan a los jóvenes a conseguir trabajo y les ofrecen clases particulares para mantenerlos alejados de las calles.

"Mucha gente simplemente busca escapes para [poder] salir [de esa situación]", dijo Gatling.

No cabe duda de que el trabajo de un interruptor de la violencia puede ser peligroso. En Baltimore, tres trabajadores de Safe Streets recibieron disparos mortales en poco más de un año; al menos uno estaba trabajando cuando fue asesinado.

Aun así, el grupo con sede en Portsmouth dice que la cárcel los ha preparado para situaciones caóticas.

También ayuda tener el apoyo de los demás. Gatling, quien se describe a sí mismo como un observador, retiene a Redmond cuando se adelanta. Madison, tranquilo y ecuánime, bromea diciendo que apenas ha envejecido desde los años 90, porque en la cárcel estaba "en modo relajado".

"Es un reto, pero sin duda estamos preparados para el trabajo", dijo Gatling.

Después de lidiar con una serie de tiroteos mortales que llevaron a las autoridades de la ciudad a llamar a las fuerzas del orden federales, Portsmouth no ha visto a una persona muerta por disparos desde febrero. Pero el trabajo nunca termina para el trío, que dice estar siempre buscando la siguiente forma de marcar la diferencia.

"La gente sigue recibiendo disparos, la gente sigue muriendo, el crimen sigue ocurriendo, la gente sigue afectada, la gente sigue de luto", dijo Redmond.

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